“Supongo” que nadie podría afirmar aquel
primer grandioso verso: Tu sabia virtud
de conocer el tiempo. Quién podría haber sido dotado con esa asombrosa
noción de poder manejar los tiempos, de saberse mover a través de él.
Generalmente, cuando uno llega a saber un poco sobre cómo se mueven los hilos
de las cosas –de los tiempos–, ha pasado ya bastante tiempo. Lejos quedó cuando
conocíamos, sin conocer, “la dicha inicua
de perder el tiempo”. Ese inmenso placer que termina mucho antes de lo que
imaginábamos, cuando en realidad llega a valernos oro.
Nos contó una vez Maricruz Castro (mi
admirada maestra de literatura) que este maravilloso soneto vio la luz en una
cantina, cuando algún otro integrante de “Los contemporáneos” retó a Renato
Leduc, a escribir ahí mismo, un soneto que rimara con la palabra tiempo. Si nos damos cuenta, no hay otra
palabra que rime con tiempo, salvo palabras que la incluyan. Así que el reto
era grande.
Buscando, encontré esto, que parece una
versión más fidedigna, al parecer contada por el autor del soneto que desmenuza
a ese terrible individuo: el tiempo:
“…me acuerdo que
entre mis condiscípulos estaba un gordo tabasqueño que se llamaba Adán Santana,
que, como era muy docto en retórica y todas esas pendejadas, hacía versitos, y
como nos aburríamos mucho durante la clase de Torri, nos poníamos a echarnos
toritos donde nos dábamos un pie de verso y hacíamos en tres minutos una
cuarteta, so pena de perder un peso.
Un día me dijo el
gordo Adán:
–A ver, hazme una cuarteta teniendo como pie de verso: “hay que
darle tiempo al tiempo”. Como al cabo de los tres minutos no la pude hacer,
tuve que pagarle el peso; Santana me dijo en son de burla delante de todos:
–Carajo, yo creí que porque haces versitos, sabías siquiera que tiempo no
tiene consonante.
En vista de que todos
se rieron de la “revolcada” que me dio, aquello me picó la cresta, y acudí al
diccionario de la rima, en donde, en efecto, constaté la inconsonancia del
vocablo tiempo. Sin embargo, dolido aún por la maltratada, seguí pensando en el
tema hasta que se me ocurrieron los siguientes versos”:
Sabia virtud de
conocer el tiempo;
a tiempo amar y
desatarse a tiempo;
como dice el
refrán: dar tiempo al tiempo…
que de amor y
dolor alivia el tiempo.
Aquel amor a
quien amé a destiempo
martirizóme
tanto y tanto tiempo
que no sentí
jamás correr el tiempo,
tan acremente
como en ese tiempo.
Amar queriendo
como en otro tiempo
–ignoraba yo
aún que el tiempo es oro–
cuánto tiempo
perdí –ay– cuánto tiempo.
Y hoy que de
amores ya no tengo tiempo,
amor de
aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua
de perder el tiempo.
“Y así, cuando pude
escribir los catorce versos, los uní con lo que tuve ya el soneto. No obstante,
como me sonó muy monótono, decidí aconsonatar los segundos versos de cada
terceto. Fue de este modo como
nació el soneto de Tiempo que ha llegado a ser tan famoso, gracias a que Rubén
Fuentes lo musicalizó y Marco Antonio Muñiz y José José lo grabaron cantándolo
a dúo”.
El soneto me sigue asombrando cada que lo vuelvo a leer,
aunque si de tiempo hablamos, “Abrázame muy fuerte” de Juan Gabriel es para
tomarse un tequila y tener los pañuelos cerca. Salud.
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