miércoles, 8 de julio de 2015

del tiempo...



“Supongo” que nadie podría afirmar aquel primer grandioso verso: Tu sabia virtud de conocer el tiempo. Quién podría haber sido dotado con esa asombrosa noción de poder manejar los tiempos, de saberse mover a través de él. Generalmente, cuando uno llega a saber un poco sobre cómo se mueven los hilos de las cosas –de los tiempos–, ha pasado ya bastante tiempo. Lejos quedó cuando conocíamos, sin conocer, “la dicha inicua de perder el tiempo”. Ese inmenso placer que termina mucho antes de lo que imaginábamos, cuando en realidad llega a valernos oro.

Nos contó una vez Maricruz Castro (mi admirada maestra de literatura) que este maravilloso soneto vio la luz en una cantina, cuando algún otro integrante de “Los contemporáneos” retó a Renato Leduc, a escribir ahí mismo, un soneto que rimara con la palabra tiempo. Si nos damos cuenta, no hay otra palabra que rime con tiempo, salvo palabras que la incluyan. Así que el reto era grande.

Buscando, encontré esto, que parece una versión más fidedigna, al parecer contada por el autor del soneto que desmenuza a ese terrible individuo: el tiempo:

“…me acuerdo que entre mis condiscípulos estaba un gordo tabasqueño que se llamaba Adán Santana, que, como era muy docto en retórica y todas esas pendejadas, hacía versitos, y como nos aburríamos mucho durante la clase de Torri, nos poníamos a echarnos toritos donde nos dábamos un pie de verso y hacíamos en tres minutos una cuarteta, so pena de perder un peso.
Un día me dijo el gordo Adán: 

–A ver, hazme una cuarteta teniendo como pie de verso: “hay que darle tiempo al tiempo”. Como al cabo de los tres minutos no la pude hacer, tuve que pagarle el peso; Santana me dijo en son de burla delante de todos: 

–Carajo, yo creí que porque haces versitos, sabías siquiera que tiempo no tiene consonante.
En vista de que todos se rieron de la “revolcada” que me dio, aquello me picó la cresta, y acudí al diccionario de la rima, en donde, en efecto, constaté la inconsonancia del vocablo tiempo. Sin embargo, dolido aún por la maltratada, seguí pensando en el tema hasta que se me ocurrieron los siguientes versos”:
Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo…
que de amor y dolor alivia el tiempo.

Aquel amor a quien amé a destiempo 

martirizóme tanto y tanto tiempo 

que no sentí jamás correr el tiempo, 

tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo
–ignoraba yo aún que el tiempo es oro–
cuánto tiempo perdí –ay– cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo.

“Y así, cuando pude escribir los catorce versos, los uní con lo que tuve ya el soneto. No obstante, como me sonó muy monótono, decidí aconsonatar los segundos versos de cada terceto. Fue de este modo como nació el soneto de Tiempo que ha llegado a ser tan famoso, gracias a que Rubén Fuentes lo musicalizó y Marco Antonio Muñiz y José José lo grabaron cantándolo a dúo”.
El soneto me sigue asombrando cada que lo vuelvo a leer, aunque si de tiempo hablamos, “Abrázame muy fuerte” de Juan Gabriel es para tomarse un tequila y tener los pañuelos cerca. Salud.

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