viernes, 14 de agosto de 2015

dos años después...


Alguna vez –quizá con un libro de Cortázar entre las manos o tal vez embriagado de Bukowski–, habrá cruzado mi “ilusaestúpida” mente joven la idea de escribir un libro, habré deseado que de mis manos salieran palabras tan elocuentemente acomodadas como las de los libros que leía y admiraba. Un deseo ególatra, un deseo juvenil. Deseo común entre cierto grupo de individuos con aspiraciones de “intelectuales”, compartido públicamente incluso, por algunos, en una clase de una asignatura cualquiera.

En general sería todo al respecto. Realmente nunca anhelé ser escritor, si acaso esa ligerísima intención de escribir “un libro” alguna vez. Una mescolanza de admiración, fama y fortuna. Pero, ¿de dónde podría salir un libro?

El deseo de escribir lo que pienso sobre cualquier cosa me persiguió años después, y en rarísimas ocasiones me permití dejarme alcanzar y plasmar en letras eso que quería decir, con mayor o menor acierto. Proveerme de ese gusto personal.

El piropo de “qué bien escribes” peleado a muerte con mi bajísima autoestima, con su inmenso cartel en mayúsculas diciéndome, “no eres lo suficientemente bueno, quién querría leer algo escrito por ti, qué saben ellos de lo que es escribir bien, la gente se burlará de lo “mal” que escribes”, pasando mis días.

Escribí Me choca usar trajes un año antes de abrir el blog y Me gusta ir al cine un mes antes. La sugerencia u ocurrencia de Tamara llegó puntual, a decidirme, sometiendo mis inseguridades, poniéndolas a prueba al menos. De ahí, mi compromiso a publicar una vez a la semana: escribir sobre lo que fuera, pero escribir; sin parar, sin dejarlo, sin otro propósito que darme un placer, un placer personal del que desconocía todas las satisfacciones que me iba a regalar.

Hoy, dos años después de abrir lasletrasdelgilo he escrito un libro. Una historia que no sería posible si aquel día Tamara no me hubiera dicho –no sé a ciencia cierta con cuánta verdad– que debería escribir un blog. Si no me hubiera decidido a hacerlo, a decir lo que quería, a hacer algo que quería.

No lo tenía pensado hasta hace unos cuantos meses, cuando pensé, sobre qué podría escribir si pretendiera escribir sobre algo. “Escribir sobre lo que se sabe”, había leído por ahí en algún blog. Y no sé si lo que sé o creo saber tenga validez, pero es lo que tengo para decir. El libro es, una reflexión sobre la vida, sólo eso. Una reflexión desde mis ojos. Sobra decir que no anhelo no fama ni fortuna.

Pero a pesar de mi ligero optimismo, el pánico me poseyó cuando me decidí a enviárselo a Gavrí Akhenazi buscando una opinión objetiva (sé que mi amigo no se toca el corazón para decir lo que piensa, entre otras muchas cosas, lo admiro por eso) que me creciera alas o me hiciera caer, que me confirmara una certeza o me pusiera en el piso; alimentando o ahuyentando mi baja autoestima e inseguridad.

Y aquí estoy, con un texto bajo el brazo esperando vea la luz.

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