martes, 12 de julio de 2016

Cine vs literatura


Creo que una de las ideas más extendidas entre aquellos que pretenden aparentar un cierto grado de cultura –de esa cultura que sirve para presumir y apantallar a los incautos– es esa de decir que prefieren las historias que cuentan los libros a las de las películas (por lo menos por acá en mi pueblo). “Vi la película, pero no le llega ni a los talones al libro” los escuchas decir respingando un poco la nariz.

Pero si tienen esa forma de pensar, por qué razón pagaron por ver algo que no les gusta ver, si siempre prefieren los libros: es un sinsentido. Digo, si ya disfrutaron el libro, con eso debería bastarles.

El argumento es muy estúpido, porque de entrada se están comparando obras que son elaboradas con diferentes lenguajes: el lenguaje escrito y el audiovisual; con unidades narrativas distintas: la palabra y el plano. Mientras los textos disponen de comas, puntos y puntos y seguido, las secuencias tienen cortes directos, disolvencias y fundidos. Sería como comparar el lenguaje de las señas con el Braille. No hay punto de encuentro. Aunque sería más bien querer enfrentar a un boxeador con un peleador de Artes marciales mixtas.

Aunque podríamos intentar hacer una analogía entre un plano secuencia de González Iñárritu y un párrafo larguísimo de Javier Marías. Hay que seguir porque no hay ni punto ni corte.

Pero bueno, debo comprender que en estos tiempos es valioso presumir que uno lee y decir contundentemente que el libro me ha gustado muchísimo más que la película, a la que le faltan “tantos detalles” que hacen que la experiencia no sea todo lo rica que fue al pasar las páginas.

Pero qué arquitecto de las imágenes podría meter un libro de 900 páginas en 120 minutos, o 160 siendo benévolos. Ni un Tarantino amalgamado a un Nolan.

Los planos que componen las secuencias cinematográficas se sirven de muchas más artes para elaborar las escenas: diseñadores de sonido, de vestuario y de escenografía, la atmósfera que elabora el fotógrafo, el guión adaptado a las exigencias de la pantalla, el trabajo de los actores y el plano elegido por el director. Aderezado esto tal vez por un grandioso score. Y la maravilla del montaje.

Un libro tiene su magia y el poder de la palabra. Y el cine la suya y la conjunción de muchísimas artes. Y no creo que se puedan comparar.

 

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