lunes, 11 de diciembre de 2017

¡¿bien hecho?!



Nos dice Damien Chazelle, a través de Terence Fletcher, el gran personaje que escribió para su grandiosa Whiplash, que: no existen dos palabras más dañinas para alguien que “bien hecho”, y explica su argumento de manera que no nos quedan dudas, y sorprendidos le damos la razón. La sorpresa viene del hecho de no haber pensado sobre ello nunca en la vida.

Esta postura tan realista choca totalmente con la filosofía charlatana de las conspiraciones universales y el pensamiento positivo, de lo especial y maravilloso que es cada ser humano, que está tan en boga en estos días.

¿Cómo podría mejorar quien cree o le hacen creer que lo que ha hecho está “bien hecho”? ¿Cómo no sentirse casi genio siendo un mediocre? Y a veces mediocre es decir demasiado.

Es que el hombre tiene razón.

Pero cuando tienes un hijo, te hace mucho más ruido la contundente frase, porque cómo podrías no decirle a tu hijo que es maravilloso o que eso que ha hecho con su esfuerzo no es algo bueno o que no está bien hecho. Serías un titulado hijodeputa si le dices que lo que hizo es feo y está mal.

La cosa es que tratas de apoyarlo y de hacerlo sentir bien, deseas con toda tu alma que su autoestima se construya y se fortalezca, porque además sabes (en mi caso) que el pobre niño ha salido igual a ti y eres perfectamente consciente de lo inseguro y temeroso que eres.

Es cierto que la sentencia del señor Fletcher/Chazelle me dejó pensando. Cuánta razón tiene. Pero creo que el tiempo de prescindir de todas las variantes del “bien hecho” todavía no me llega con Gil.

Mientras, espero seguir apoyándome en la filosofía de mi querido Kung fu Panda: No hay un ingrediente secreto. Lo necesario ya viene dentro.

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