Este fue el primer libro que leí de
Bukowski, hace dieciocho años; el primero de varios más que leería totalmente
complacido con su prosa sencilla y directa, llena de matices críticos a la
sociedad gringa, a la sociedad en general. Muchos años antes de que Bukowski
fuera banalizado por las redes sociales.
A diferencia de Javier Marías a quien
encontré por casualidad, mi estimadísimo Bukowski me llegó recomendado por
alguien, un nuevo conocido que seguramente vio en mis fachas y mi vulgar forma
de expresión al lector ideal para el inconforme autor.
Y dio en el clavo. Porque durante estos
dieciocho años han sido pocos en los que no he leído al menos algo del buen
Hank. Creo que la compilación de Peleando
a la contra sería como una biblia para salvaguardar junto a la cama, para
cualquier día a cualquier hora, para leer frente al mar mientras esperas la
hora del voli de playa.
Recuerdo que este tipo –del que no
recuerdo el nombre– no sólo me dijo que me recomendaba que leyera a Bukowski
sino que buscara La máquina de follar,
libro que estaba en la biblioteca y que saltó los ojos y el pudor del
bibliotecario cuando me presenté a renovar el préstamo. Mas que mirarme como un
pervertido parecía que su sorpresa era enterarse que había cierto tipo de
pornografía permitida dentro de su lugar de trabajo.
Y así fue como me enamoré de la prosa
bukowskiana, como fui devorando todos los libros que de él había en la
biblioteca, como se convirtió en mi escritor favorito.
Poco después del medio año del año pasado,
volví a meterme a ésta máquina sexual de mi ahora amigo angelino. Me parece que
es su mejor libro de relatos, aunque esta opinión puede ser bastante imprecisa.
La cosa es que lo disfruté muchísimo, fue como leer cartas viejas de un amigo
entrañable del que ya no recordabas todo lo que estaba escrito en esas antiguas páginas.
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